Un café, por supuesto que sí.

Tras abandonar el colegio, me decidí por ir a mi cafetería favorita.

-Una mezcla 107, por favor.-pedí impulsivamente.

Siempre me gusta hacer lo mismo, tomar el mismo tipo, porque me trae amargos recuerdos. Ni yo misma entiendo esa manía de querer recordar a mi padre... Bueno, eso me da igual, ahora mismo sólo deseo disfrutar el máximo de este delicioso líquido, que me parece aún más valioso que el oro.... El café.

Tomé asiento en la mesa más cercana. El café hirviendo ya estaba sobre ella, como era de esperar.

''Buen camarero.'' pensé, mientras notaba como mi paladar ya se estremecía al primer sorbo.

Acompañé la bebida con un croisant recién salido del horno, mientras esperaba que algún incauto humano se pasara por aquí para tratar de tentarle.

(Perdón por el doble post, pero ya llevo demasiado tiempo esperando.)

Me levanté del asiento tras pegar el último mordisco al croisant, y dejé una suma adecuada sobre el mostrador.

-...

Me dirigí a la entrada y abandoné la cafetería.